Entrevista a Matías Aparicio Simón, de 81 años
Matías Aparicio destaca el impacto que tuvo la guerra en esta festividad y cómo los enguerinos han tomado el nombre de “San Gil” para designar al propio hinojo.
¿Cómo vivió en su infancia la festividad del “San Gil”?
Me pilla en una época muy especial: en tiempo de guerra. De 1936 a 1939 no se hizo nada de San Gil, por lo menos yo no recuerdo nada, las cosas relacionadas con San no era posible realizarlas. A raíz de la posguerra sí que resucitó y empezó la tradición otra vez, y los chiquillos empezamos a hacer ramos de hinojo.
¿Qué diferencias encuentra en la actualidad respecto a su época en relación con esta festividad?
Yo diría que no hay mucha diferencia en cómo los chiquillos, no digo la fiesta luego en la calle, los chiquillos decían: “che que mañana es San Gil, que hay que recoger sangiles por ahí. Y los abuelos les decían que no se preocupasen que entre ellos y los padres recogían el San Gil. O mañana a tal hora te recojo y nos vamos a coger sangiles”. En ese sentido, lo sustancial es lo mismo. La afición de buscar, “en tal partida hay muchos”, o “yo tengo unas cuantas matas, ya te cogeré”. La sustancia del San gil es esa: que con los familiares y chiquillos salían a coger hinojo, que nosotros llamamos “San Gil”. Le hemos puesto un nombre al hinojo. Y luego en las casas, los padres, los abuelos y abuelas hacían los racimos, más artísticos o menos, como pasa hoy, con menos follón de gente, pero el olor era el mismo, el olor de las calles era el mismo, que lo tengo yo grabado. Y luego coger los ramos y colgarlos, era lo mismo. Y el ir a la Iglesia. Lo que pasa que no había tanto jaleo ni tanta multitud y tanta fiesta cuando era chiquillo, que como hay ahora.
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